De diez partidos en España, nueve embisten y uno piensa
La pluralidad no tiene que ser necesariamente rivalidad:
Parece ser que en la mayoría de los países del mundo, los políticos basan su estrategia en desprestigiar a los adversarios y santificarse ellos, y España no se queda atrás en eso. Seguramente porque el trópico no queda lejos y la luz del sol les da por pelear a la gente.
A punto de agotarse el plazo fijado por la ley para formar un gobierno, e investir a un presidente, esto parece una olla de grillos, donde cada cual trata de chillar más fuerte, sacar los "trapos sucios" y emplear el chantaje como principal fuerza. Se ha llegado incluso a la propuesta "mitad para ti y mitad para mí" en lo referente al tiempo estipulado para gobernar.
En medio de esta tormenta, los separatistas catalanes aprovechan el río revuelto e izan sus banderas de miedo y egoísmo. Tienen la firme convicción de que "son mejores" que el resto de los españoles, que son diferentes y que si logran levantar un muro, la abundancia de bienes materiales y dinero, será tal, que hará millonarios a todos los catalanes.
Lo que conviene a un pueblo no puede ser que gobiernen los rígidos, los que no ven nada bueno, pero ni una gota, en otros mares que no sean los que ellos navegan, porque los regímenes totalitarios van quedando relegados ante la evidente existencia de la diversidad.
Cooperación en vez guerras
Si la mayoría de los políticos no estuvieran pensando en sacar buenas tajadas y beneficios de sus cargos, si tuvieran en sus alacenas, al menos unos gramos de humildad y propósitos sinceros de ejercer como facilitadores en las gestiones de los ciudadanos, es evidente que buscarían la forma de enriquecer las propuestas, las ideas, experiencias de un partido político con otros, buscar la integración en vez de la separación y no se irían a la falda de una montaña a despedazar su presa, como hacen las águilas.