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Un nombre sin apellidos: emigrante.

"Recomiendo visitar un cementerio una vez al mes." (E. Tolle)

A veces visito un cementerio para ser consciente, porque además me gusta el silencio y aprovecho para estar con un antiguo conocido. Y fue una de esas veces que la curiosidad me llevó a leer epitafios con promesas de familiares que todos sabemos que son incumplibles, que no te olvidaremos mientras vivamos y estarás siempre presente. ¿Siempre?

Me estremeció el rótulo garabateado en el cemento fresco con que se sella el nicho: EMIGRANTE, ponía. Y ahí mismo comenzó a rodar un filme donde fui director, guionista, actor protagónico y el resto de la gente que hace falta para hacer una película. ¿Sería un chico joven, de esos que no se conforman con vivir en una aldea africana? ¿Habrá sabido de alguien que subió un día a una patera y se jugó todo a una carta y luego envió una foto, de esas empujan a otros a hacer lo mismo?

Náufragos

¿Cómo habrán sido sus últimos minutos, sabiendo que se ahogaba? ¿Se habrá arrepentido de su decisión de salir a buscar fortuna y encontrar la muerte? ¿Cómo habría sido su vida si no se hubiese lanzado a la aventura? ¿Habrá dejado en su tierra a algún huérfano, alguna mujer que no quería que se fuera?

Y uno siente que el corazón se quiere salir del pecho, quiere que lo escuchemos antes que sea demasiado tarde y nos pongan un epitafio con letras de oro, uno sencillo donde se adivine el hueco que dejamos al marcharnos, ¿qué más da? Si realmente hay pocos locos que vayan un domingo por la mañana a leer mensajes al cementerio.

Atención Plena.

Y de repente uno se percata que ha venido el miedo, sin avisar como siempre viene y es necesario estar alertas, no para pegarle por la cabeza y hacerle la guerra, sino para desenmascarar.

En los cementerios y en el desguace, dejamos los coches que no sirven, los que tenían fecha de caducidad al venir al mundo y uno de sopetón adquiere esa confianza, ese salto al vacío de las cosas que no se demuestran, de las experiencias que no se acuñan en el laboratorio.

¿Puede alguien explicar como asesinar un recuerdo, cómo destripar una experiencia de estar un rato tirado boca arriba en la hierva, o mirando a los ojos del ser querido? ¿Dónde irán las emociones y sentimientos, esos que sentimos mirando una puesta, observando como el agua formaba el misterio de la cascada?

¿Qué salvar?

Salvemos el amor, la compasión y la confianza, salvemos ese minuto que le dedicamos a un anciano abandonado, el rato que estuvimos jugando con un niño. Salvemos la paciencia para aceptar la divinidad que vive en el cretino, las fracciones de segundo que nos hicieron falta para no comportarnos de forma grosera, con el grosero. Salvemos la fe en la vida.

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Cubano, emigrante en España, disfrutando de esta parte de mi vida. Compartir es mi camino.

Percibo que soy más que cuerpo físico, mental y emocional. No se quien soy, pero SOY MAS, MUCHO MÁS!!