Remedios caseros contra la violencia.
He visto en la tele como una madre gorrión alimentaba a su polluelo en medio de la tormenta y me ha estremecido la ternura y la capacidad que tiene ese animal para centrar su atención en lo que es realmente importante. Creo que mientras yo veía eso en un canal, por otro estaban ofreciendo los detalles, hasta los más terribles y dolorosos, de como un bruto no sé donde, le pegó catorce puñaladas a su mujer por celos y rabia.
En youtube pude ver hace poco, antes de ir a dormir, un vídeo sobre "Música Para Relajarse con Flauta Indígena y Sonidos de la Naturaleza" que me transportó a aquellos arroyos misteriosos de cuando era niño e iba a meter los pies descalzos y mirar como los guajacones gozaban en la corriente. Esa noche dormí maravillosamente y me quedé pensando a la mañana siguiente en un comentario que hizo un amigo, sobre las denuncias en un país centroamericano, a esa red social, por permitir que se suban vídeos de peleas callejeras, donde un chico apuñala a otro con mucha saña.
Tal vez no se trate de cerrar los ojos ante la realidad que es, tal vez sea bueno seguir el consejo que los entrenadores de Formula uno le dan a los pilotos: "si las ruedas derrapan, no se te ocurra mirar a la pared, mira hacia la pista"
Observé a una mujer en una manifestación contra la violencia machista, que enarbolaba un cartel pidiendo pena de muerte para los mal-tratadores, para los asesinos de mujeres. "ojo por ojo y diente por diente" decían algunas y en sus ojos había un rictus de deseos de venganza y odio, un fardo pesado de milenios en los que ha ido creciendo el cuerpo del dolor ante la barbarie, ante la injusticia y el flagelo de la abismal diferencia por razones de sexo. También conocí a la madre de un asesino de su pareja, que sollozaba y no tenía ojos debajo de sus cejas, sino mares de sufrimiento, y pedía con voz entrecortada por un dolor lacerante, que fueran clementes con su hijo, que ella entendía que merecía lo peor, y que fusilarlo a él no devolvería la vida a su nuera. "Dadle al menos, una segunda oportunidad, aunque pase el resto de su vida en la cárcel. Su corazón no es malo, porque yo soy su madre y lo he visto"
¿Podríamos elegir? ¿Le haremos la guerra con más armas a la guerra o asumiremos la responsabilidad de que podemos espantar las sombras del odio y el miedo, simplemente con más amor, siendo más hospitalarios con nuestros niños, brindándoles más tiempo de calidad, ayudándolos a formar una personalidad que esté basada en el ejemplo? ¿Serán las batallas contra la violencia, las guerras contra la desigualdad por razones de género, sexo, razas, nacionalidades y otras apariencias, las que nos harán libres? ¿O será hora de cambiar el código y, en vez de ver las ramas, poner un poco de fertilizante de amor en las raíces?