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Me ofrezco para maltratar ancianos.

La soledad es mala consejera.

La cigüeña que trajo a Lucía a este mundo tuvo un error de paralaje y en vez de dejarla en Barcelona, que era el destino hacia donde había comprado su billete, la soltó en paracaídas en una de las provincias centrales de Cuba, porque no se atrevió a aterrizar la degenerada.

Entonces la chica fue a nacer a uno de esos pueblos que son inmunes al tiempo, con la misma calle central del siglo pasado, la misma tienda, tan destartalada como siempre y los bancos del parque a los que les faltan los mismos travesaños.

Y la isla que se pintó los labios y se desgajó de la telaraña del norte, que después le pasó como a esos corredores de una arrancada en falso, y construyó universidades con paredes de tabla y dejó entrar a Lucía a hacer una carrera de ciencias sociales.

Cuando todo es de todos, no es de nadie.

Y el calor es tanto que a Lucía se le fue calentando la cabeza con la idea de irse a España, aprovechando que se había dado cuenta que los turistas españoles la miraban, porque después de las alpargatas, la mulata es la pasión de los peninsulares.

Y se las agenció como pudo para irse a La Habana, luego para involucrarse en el turismo y enseguida conoció a Juanma, un catalán simpático que cuando nació Lucía, ya había escalado Los Pirineos y viajado a Turquía buscando aventuras.

Se casaron en un santiamén y cuando la mulata aterrizó en el Prat, llevaba una sonrisita jugueteándose en la cara, pensando que uno no elige donde nace, pero si donde deja los huesos. Y el matrimonio con el catalán se esfumó como una nube pasajera, por la diferencia de edades y de pronto la mulata se encontró en La Rambla pegando anuncios en las farolas.

Barcelona.

Nueve meses después de haber cambiado El Caribe por Mediterráneo, a Lucía le había pasado de todo: se había casado, divorciado, había ido puerta a puerta, ofreciendo a los que abrieran un cambio de compañía del gas y la luz y se le fueron acabando las cuatro perras que había ahorrado.

Llevaba quince días pegando anuncios en las farolas, en las fachadas, en los comercios que se lo permitían y nada, ni una sola llamada. Y mira que se esmeraba en poner adjetivos para describir su oferta, hasta que un día se quedó pensando.

Los humanos parecemos corderos andando por caminos trillados, ¿ y que pasaría si me atrevo a hacer algo diferente? Entonces se sentó frente al ordenador y diseñó un anuncio con una imagen extravagante de un enmascarado: "Me ofrezco para maltratar ancianos de cualquier edad y sexo. Compromiso de hacerlos sufrir en grande, honorarios acorde a las malvadas peticiones de los familiares. No abandonaré el acuerdo hasta que una de las partes se conmueva o hasta que se mueran"

Al día siguiente la llamaron seis interesados, muertos de risa y cerró el contrato con el que le pareció más conveniente.

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Cubano, emigrante en España, disfrutando de esta parte de mi vida. Compartir es mi camino.

Percibo que soy más que cuerpo físico, mental y emocional. No se quien soy, pero SOY MAS, MUCHO MÁS!!