Parejas enamoradas y otros milagros
Y de repente uno quiere que dos dioses poderosos, agarren cada uno al tiempo por una punta y lo estiren como una goma de bicicleta, que los microsegundos se conviertan en horas, los días en lustros y no se acabe nunca ese gusto a zumo de guayabas maduras que hay en su lengua cuando la besas. La ricura tiene tal ventolera, que se lleva los instintos y se van volando el sueño y las ganas de comer, para que sólo quede el tirón de las gónadas. Entonces en quince días le salen a uno unas ojeras y tienes un despiste del resto de las cosas mundanas, que tus padres se enfadan, los amigos se burlan o te dejan solo y lo peor es que nos importa un rábano. En uno de esos recesos, en que estamos lejos por un momento de la(el) responsable del aturdimiento, en un ramalazo de consciencia, uno dice en voz alta en medio de la calle: ¡estoy enamorado!
Eso nos ha sucedido a una buena parte de los mortales, aunque algunos quieran esconderlo, sobre todo cuando el ojo del huracán se aleja y las ráfagas de sentimientos disminuyen. La mayoría de los enajenados de esta epidemia, juran con la mano puesta en la biblia, que la otra persona estaba enmascarada, que podrían haberle dado un Oscar a su actuación magistral durante el noviazgo, que es una farsante, deberían encerrarla por criminal, y declaran a voz en cuello que jamás les sucederá algo parecido, porque cerrarán las puertas, pondrán candados y desaparecerán las llaves.
El sufrimiento humano puede ser un carburante en la búsqueda de soluciones y, las relaciones interpersonales, especialmente las de pareja, son centrales nucleares en ese sentido. Los amantes depositan confianza, ponen muchas veces, sus mejores empeños y pierden todo de repente o paulatinamente. Algo se les clava en un riñón cuando lo que parecía flor o fruta, se transforma en paja, insabora y mal oliente. Y el caminante de una vida se deja caer en la cuneta de amargura, en una inercia absurda que lo va arrimando a la fila de los que esperan ser enterrados vivos. comen, duermen, se quejan, critican, envidian, rabean... Y el tiempo se lame los labios y reza: a este le hacen falta otras vidas para darse cuenta.
Tal vez a mi me hagan falta muchas, y serán para otras cosas que no tengo idea, pero en esta, he hecho consciente que uno siente una atracción de pareja, se le desencajan las mandíbulas por alguien y babea y que eso es buenísimo