Fantasías de invierno

Rendido de sueño mientras escribo y Enya sopla en mis oídos esos cantos celtas que endulzan mi alma, y con cada acorde la imaginación se asusta y sale volando:

He puesto leños en la estufa y crepita el fuego de mi color preferido, nos hemos ido acercando sentados en la alfombra, muy cerca uno del otro, sintiendo que el tiempo era una sombra hasta que nos encontramos.

Cierras los ojos para ver mejor las matas de tabaco que describo, empapadas de rocío por donde yo correteaba con mi padre cuando era niño, te cuento del olor a tierra mojada, de las frutas tropicales, las luciérnagas que me asustaban.

Recuestas tu cabeza en mis piernas y mis dedos peinan tu cabello y mi voz es como un pincel que va dibujando los arboles y las flores, mis juegos de bates y pelotas con los chicos del pueblo, y puedes sentir el olor a guayabas y mangos y las arrias de mulas que pasaban.

Hemos bebido sorbitos de vino y nos estamos disfrutando, nos hemos ido descubriendo poco a poco y ya sabemos que somos nosotros, aquellos que una deidad hindú cercenó cierto día con su espada, celosa de nuestra dicha. Porque eramos uno y no faltaba nada. Desde entonces estábamos separados, y al encontrarnos no nos importa el mundo, ni la nieve afuera, ni la guerra de del golfo, ni las Torres Gemelas.

Te beso despacito por el cuello, te abrazo, te digo en el oído un poema. Y el piano de Enya sube y baja,nos hace irreales, misteriosos, como si fuéramos duendes de una leyenda que alguien escribe para enamorados.

Entonces el sueño nos vence y nos vamos despacio a otra dimensión del tiempo donde no importan los prejuicios, ni las costumbres, ni la lógica, donde un Rey gobierna con su varita mágica, el más loco y justo de todos los reyes, el mas incomprendido de los monarcas del Universo, ese Rey que aparece solo en los hogares de la gente buena, El Rey de las primaveras y las flores, el de las canciones, de los roces atrevidos debajo de las sábanas, El Rey Amor y su séquito de verdades.