Conócete a ti mismo
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Una tras otra han ido sucediéndose generaciones y parece algo similar a lo que ocurre con las fotocopias: cada vez se hace más borrosa y perdida en el tiempo la voz del oráculo.
Al ir creciendo nos zambullimos en el proceso de aprendizaje: aprendemos a andar, a hablar, a leer y escribir. Nos obligan a memorizar los productos notables del ocho y el nueve (que para mi al menos, fue una tortura), cómo se conjugan los verbos en un tiempo mágico que se llama pretérito pluscuamperfecto y que no usarás ni de broma en el resto de tu vida, el clima de la Patagonia y la tabla periódica de los elementos.
