Perdonar no pasará de moda jamás
Ocurrió en la primavera de 2015 en Lexington, Kentucky, cuando un chico musulmán repartidor de pizza fue apuñalado para robarle, por un grupo de jóvenes y falleció en el acto. Dos años y medio después, un tribunal procesó y condenó al responsable directo del brutal asesinato a 31 años de cárcel. (Puede ver la noticia en detalles aquí)
Hasta ahí todo parece encajar en las noticias de actualidad de este ciclón tropical que aumenta progresivamente su intensidad y nos gusta llamar mundo. Puede ser una de esas noticias que se pegan como una ventosa a nuestra mente retorcida, para que podamos seguir en el empeño de creer que vivir es una locura, que algo definitivamente debería reventar una de nuestras arterias, y terminar con el sufrimiento.
Entonces, por un instante, nos ponemos en el lugar del padre al que le han asesinado un hijo, un chico tierno, generoso y tímido al cual le gustaba el rap, y era sensible para escribir, un chico que trabajaba para aportar a las finanzas de su familia, repartiendo pizzas a domicilio. Y enseguida uno siente el punzonado agudo de la impotencia, sabe que algo paraliza de pronto el diafragma e impide que respire, con un dolor sordo y una tristeza brutal ante la perdida.
Enseguida se suman otras alimañas, la violencia, la rabia y el odio profundo a quien ha herido de forma tan cobarde al que era sangre de nuestra sangre y hueso de nuestros huesos, vomitamos odio por los ojos y surge una desbocada sed de venganza. En ese momento podemos destripar al autor del hecho, clamamos porque le den una muerte parecida.
Entonces el padre del chico asesinado toma la palabra durante la vista y deja atónitos a todos los presentes, porque muestra lo mágico que hay en el Ser Humano, cuando expresa que no culpa al asesino, que culpa a las fuerzas del mal que empujaron su brazo con un cuchillo.
E inmediatamente nos viene a la cabeza aquel que estaba siendo lacerado por los verdugos y pedía clemencia para ellos. ¿De dónde viene la profunda sabiduría que reconoce que el perdón lava las heridas más enconadas? ¿Quién es el que toma consciencia de que al perdonar, se disuelve el miedo y deja que el amor ocupe el puesto que le corresponde?
La conducta humana execrable, el asesinato y la pederastia, la violación y el maltrato deben ser condenados y no pueden quedar impunes, no se pueden hacer oídos sordos al abuso, la falta de solidaridad humana, las miserias que se atrincheran en lo más oscuro de la cobardía.
Y a la vez, como no se cansa de demostrar últimamente la física cuántica, perdonar al asesino y el pederasta, al violador y el resto de los criminales y sin permitir que salgan de su encierro, sin correr el riesgo de que vuelvan a hacerlo, perdonarlos y sentir lo mejor que se puede sentir por ellos, que sin dudas es la compasión que a nosotros nos hace más humanos y más bellos.
