Buenas noticias

José Miguel Fernández Nápoles
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Viajar en el tren

Me dispuse a viajar de regreso en tren hacia Valencia durante unos cuarenta y cinco minutos. Tenía un marcador puesto en las últimas páginas de un interesante libro y un reproductor de eme pe tres con mi música favorita colgando en el cuello. Subí al coche y encontré un sitio estupendo al lado de la ventanilla que es como me gusta, así que me acomodé y ya me disponía a abrir mi libro cuando frente a mí se sentó una madre joven con un niño de unos tres años que acomodó en sus piernas a pesar del asiento desocupado a su lado.

El pequeñín llevaba una sonrisa revolcándose en la hierba de sus ojos y esas espigas de trigo maduras que el Sol hace brillar a media mañana, jugueteando sobre su frente. La madre le besaba constantemente la cabecita y los cachetes donde la sangre más roja del mundo parecía ir prisionera. Le hablaba y lo besaba tiernamente.

Tuve curiosidad por saber lo que tan amorosamente le contaba, así que quité los audífonos de mis oídos y escuché. Era una historia hilvanada en ese momento sobre unos enanos traviesos que corrían por los campos de naranjos que se veían por la ventanilla. Él quiso saber como eran los enanos y ella tomó un bolígrafo que llevaba para dibujar uno, pero no tenía a mano ninguna hoja de papel. Así que les regalé una que llevaba.

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Los niños son curiosos

Me lo agradecieron con una sonrisa y ella desbordó su imaginación en unos enanitos cabezones que llevaban sombreros de pico, chaquetas y zapatos de puntas. Dibujaba ella por unos instantes y él quería hacer su parte, entonces ella le guiaba la mano mientras lo besaba y lo besaba. Los cabellos luengos de la madre, un poco más castaños se mezclaban con el trigo y él se refugiaba en sus seños blandos y de pronto se volvía totalmente hacia ella y explotaban en una carcajada.

De pronto el tren entró en el túnel y él se quedó asombrado por la oscuridad repentina afuera. Entonces ella lo abrazó más mientras la lluvia de besos arreciaba. Por unos instantes el duende se quedó escuchando el relato de su madre sobre los enanos, el tiempo suficiente para que la clorofila de sus ojos se perdiera detrás de los párpados.

Pensé que era guapa la joven madre, tierna e inteligente y que amaba a su retoño con ese amor que va más allá de las palabras y se vuelve paciencia y sabiduría, comprensión y dedicación. Mirándolos me dieron muchas ganas de sumarme al abrazo, pero me contuve porque nadie me había dado velas en el entierro.

Me habría gustado mucho llevar una cámara y retratarlos, pero no llevaba, esculpir esa imagen en el mármol, componer una canción con sus palabras. Pero no soy cantautor ni maestro del óleo y las tonalidades, así que se me ocurrió apretujarlos entre estos verbos y dejar que tú los fabriques con tu vuelo. Ya estamos hartos de historias de niños maltratados y abusos sexuales e imágenes de todas las desgracias y los duelos.

Me gustaría que los periodistas narraran los cientos de miles de viajes felices que se han hecho este fin de semana. Los padres que fueron a visitar a sus hijos y regresaron repletos de satisfacción por el encuentro, el disfrute de los intercambios y la riqueza del aprendizaje y no de los infinitamente menos, que perdieron la vida en accidentes de transito.

¿Y si hicieran más reportajes sobre los novios que le llevaron flores a su amada, los ancianos que salieron tomados de la mano a mirar las flores del parque y no de las tres o cuatro golpizas que le propinó un bruto a su pareja?. Me gustaría que la televisión hablara de los millones de familias que cenan juntas día tras día, de lo limpias e inmensas que están las aguas de los lagos y no del agujero en la capa de Ozono o de enfermedades.

Me gustaría que no se hablara tanto de las guerras y más de las organizaciones no gubernamentales, que se hablara más de los círculos de baile y menos de delincuentes; más de amaneceres y menos de catástrofes naturales. Todos los días hay un amanecer y casi ninguna cadena de televisión hable de ellos.

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La belleza del amanecer.

Ojala que habláramos más de los jóvenes que leen y hacen deportes y van a la montaña y estudian y aman y cuidan la naturaleza antes que centrar nuestra atención en los que se desorientan y toman, a veces solamente de forma transitoria, caminos equivocados. Ojala que podamos ver cada día mejor el mundo maravilloso que nos ha tocado habitar, lleno de música, de amor y de madres jóvenes que viajan en el tren con su niño, narrándoles historias de enanos que corretean por dentro de los naranjales.

Abre bien los ojos y deja entrar toda la belleza que El Universo tiene a cada minuto para darnos. No dejes que te enseñen la vida enlatada de la tele, o del periódico o de otras gritería estériles de unos cuantos tontos que pretenden enriquecerse nadando en las miserias humanas. Piensa que somos cada día más bellos y menos parecidos a las generaciones que protagonizaron guerras mundiales. Piensa que merecemos la armonía y sin dudas la estamos logrando.

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José Miguel Fernández Nápoles

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Cubano, emigrante en España, disfrutando de esta parte de mi vida. Compartir es mi camino.

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Jose Miguel Vale

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Percibo que soy más que cuerpo físico, mental y emocional. No se quien soy, pero SOY MAS, MUCHO MÁS!!

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