Divina-mente

José Miguel Fernández Nápoles
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La gente duerme aprovechando el silencio de los domingos a las siete de la madrugada, porque han salido a bailar a las once de la tarde y los ciclos circadianos estos, les importan un pimiento porque, si el primer dígito de los años que han transcurrido desde que hemos nacido, es menor que cuatro, vivir es parecido montar en patineta.

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Lo raro es que después que hemos agachado la cabeza para pasar por debajo del puente de los cincuenta, a uno le quede en el depósito de la gasolina una miaja de atrevimiento, un adame de valor para desbarrancarse en el intento de disfrutar emociones fuertes. Y el juez agazapado en todos, suena un martillazo sobre la mesa y nos condena a viejos locos, desequilibrados y egocéntricos, que hacemos del ridículo una sombra que nos acompaña. Entonces me pregunto, ¿Cuál es la verdadera causa por la que buscamos una peli de suspenso, que nos mantenga agarrados a la butaca del cine hasta que se acabe? Luego un salto en paracaídas, una visita al Machu Picchu, una relación sexual desenfrenada, una cena capaz de reventarnos una tripa, una raya de algo raro que haga el milagro de acallar un rato el parloteo ese, adentro de la cabeza. ¿De dónde vienen las ideas, los sentimientos, las emociones? ¿Acaso la mente es una parcela donde alguien las siembra? ¿Por qué tenemos esa necesidad tan perentoria de evadir el momento que estoy viviendo ahora? ¡Porque a este momento, a éste precisamente, le falta algo, o le sobra! Hay calor o frío, no estoy a gusto por algo, me molesta una mosca en la pared. La almohada está demasiado dura o blanda, a la ensalada le falta sal, o le sobra. Es como si la mente trabajara a toda máquina para encontrar insatisfacciones, preocupaciones, molinillos de cambiar algo, de encontrar una mancha, una grieta, una imperfección en el ahora.

Con tal que uno se siente y se quede tranquilo, ella empieza a fustigar, a arriar el carro para que hagamos algo que cambie, que arregle el momento presente, y parecemos canguros saltando de problema en problema, respirando con la mitad de los pulmones. Uf, resolvimos un problema ¡a ver cuándo viene el otro! Están de moda los cacharros para parar la mente y no hay que mencionarlos uno por uno porque todo el mundo los conoce. Ese arte que tienen para desengancharte del inconsciente, para frenar un rato al verdugo... y engancharte a otro más grande y poderoso que se llama inconsciente colectivo, una especie de monstruo del hocico cuadrado, que te sambuye sin miramientos en el consumismo, en el lodo más pestilente y asqueroso de la conducta humana, porque esas son las noticias que venden. A veces me quedo como uno de esos científicos a los que le cae una manzana en la cabeza, con una bata blanca, entrando al laboratorio de vivir un día cualquiera. No intento parar mi mente, ni juzgar, ni intelectualizar nada. A veces, por momentos, El Universo me regala la oportunidad de vivir un rato, un milagroso instante que es divino y suficiente.

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José Miguel Fernández Nápoles

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Cubano, emigrante en España, disfrutando de esta parte de mi vida. Compartir es mi camino.

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Jose Miguel Vale

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Percibo que soy más que cuerpo físico, mental y emocional. No se quien soy, pero SOY MAS, MUCHO MÁS!!

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