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¿Bajar de peso es una cuestión de edad?
Cómo bajar de peso rápido es una cuestión que muchos se preguntan y quieren lograr. Sin embargo, más allá de los métodos empleados, la verdadera diatriba suele ser la edad.
Desde hace tiempo existe la falsa creencia en la que, a mayor edad, menor capacidad se tiene para perder peso. Para fortuna de la multitud, la realidad es totalmente distinta y respaldada por la ciencia.
Investigación realizada en Reino Unido
Recientemente se ejecutó una investigación profunda acerca de la premisa en cuestión. ¿Es la pérdida de peso una cuestión arraigada literalmente a la edad?
Para tal finalidad, se tomó una población muestra de más de 240 personas seleccionadas al azar. En lo particular, los participantes tenían en común su estadía pasada en el WISDEM (Warwickshire Institute for the Study of Diabetes, Endocrinology and Metabolism).
Adicionalmente, todos estaban catalogados dentro del grupo nutricional conocido como "obesidad mórbida". Es decir, individuos cuyo IMC (Índice de Masa Corporal) superaba los 40 puntos dentro de esa escala.
Entre otros detalles, las edades oscilaban desde los 50 hasta los 78 años como tal. Una vez tomadas las medidas antropométricas iniciales, se dio apertura a la estrategia. Con la misma, cada persona ingresó a un plan nutricional y de entrenamiento adaptado a su anatomía.
El estudio culminó recalcando que la población entre los 60 a los 78 años perdió un aproximado del 8% de peso. Por otro lado, los menores a 59 años alcanzaron un 7% de éxito en lo que se refiere a bajar kilos extras.
En conclusión, la investigación resume que, a través de una asesoría adecuada, entrenamiento y nutrición, es posible. La edad no pasó a ser un impedimento, mejorando exponencialmente la calidad de vida de los pacientes.
A la par, disminuyó el riesgo de comorbilidades ligadas a la obesidad exagerada. Enfermedades metabólicas como la diabetes y otras crónicas como la hipertensión arterial, redujeron su nivel de aparición en los concursantes.
Envejecer no es sinónimo de aumentar de peso
El estudio perpetuado por el WISDEM también subraya un hito imprescindible. El mismo recalca envejecer no es sinónimo directo de aumentar de peso por más que se crea firmemente en ello.
No obstante, hace un llamado al cambio de las políticas y estrategias nutricionales y/o de entrenamiento personal. De acuerdo al testimonio de los pacientes abordados en la investigación, muchos no se sienten incluidos en los programas contra la obesidad.
Argumentan que la pérdida de peso en la tercera edad no es expuesta dentro de las prioridades a seguir. Por el contrario, son grupos etarios menos propensos a modificar drásticamente su estilo de vida, iniciando en su alimentación y hábitos físicos.
Pero, a sabiendas de que envejecer no es una traba absoluta para estar en forma, la realidad puede cambiar. Como ya se mencionó, se precisa una asesoría personalizada y el ímpetu a mejorar.
Por otro lado, enfocar programas y metodologías acordes a cada edad, sin pregonar un sentimiento de exclusión. De ese modo, se avanzará hacia una sociedad más saludable y en menor riesgo de comorbilidades.
Otros mitos sobre la obesidad que vale la pena aclarar
Una vez cimentada la idea en la que bajar de peso en la tercera edad no es difícil, es tiempo de esclarecer otros panoramas. A continuación, se enumeran algunos mitos esenciales que giran en torno a la obesidad:
No todo es dieta y ejercicio
Si bien es cierto que la dieta constituye hasta un 70% de una rutina saludable para perder peso, no lo es todo.
Aunque se conjugue con el ejercicio periódico, otros factores relevantes deben ser tomados en cuenta.
Actualmente, se considera que el sueño, el estrés, defectos metabólicos y las enfermedades crónicas condicionan la pérdida de eso. Someter al cuerpo a situaciones de insomnio, la tensión del estrés y, sobre todo, hacer frente a patologías de base dificultará el proceso.
Ante ello, desde temprana edad es aconsejable acudir a consultas y chequeos constantes con el médico. Despistará cualquier eventualidad, ayudando a prevenir los factores de riesgo desencadenantes de obesidad.
La obesidad no es una enfermedad
Una creencia peligrosa que se está generando es aquella que realza a la obesidad como un "estado normal". Las constantes políticas y movimientos de inclusión o aceptación están dejando de lado la fuerte evidencia científica que se maneja.
Organismos calificados como la Organización Mundial de la Salud promulgan a esta condición como una enfermedad. Y no cualquiera, sino un padecimiento crónico multifactorial con un número exuberante de consecuencias.
Resumidamente, no debe ser tomada a la ligera, debiendo acudir a atención médica especializada. Si se normaliza, la epidemia de obesidad actual (39% de la población adulta actual según OMS), seguirá en aumento.
Es contagiosa y no hereditaria
La obesidad es una enfermedad que es secundaria a múltiples factores. Con base en ello, todavía no se concluye que sea realmente contagiosa para el entorno.
Tener familiares, amigos o conocidos obesos, no es estrictamente un condicionante. Empero, no se debe generar un ambiente de confianza, puesto que igualmente existe un alto riesgo, sobre todo por el parentesco en estilos de vida.
Otro error o creencia común es pensar que la obesidad no es hereditaria. En efecto, los Centros para el Control y Prevención de las Enfermedades (CDC), promulgan un panorama distinto. Hasta la fecha, más de 50 genes van de la mano con la sucesión del sobrepeso.
Quiere decir que, aunque familiares no puedan "contagiar" la obesidad, si pueden traspasarla de generación en generación. El riesgo es latente, dando partida a un mayor cuidado y prestado de atención.
Diabetes y obesidad tienen la misma definición
La literatura médica hace un llamado de atención a las personas que consideran a la obesidad como diabetes y viceversa. No conviene mezclar ambas terminologías porque actúan de maneras distintas.
No todos los pacientes desarrollan diabetes a partir de la obesidad y lo mismo ocurre en el caso contrario. Pese a ello, no bajar la guardia es una táctica innegociable para evitar cualquier situación de salud contraproducente relacionada con estas enfermedades.