Bailando en medio de la tormenta

José Miguel Fernández Nápoles
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Bailando en medio de la tormenta – Jose Miguel Vale – WebMediums
La amenaza de tormenta no cesa.

Vivíamos juntos, apretados como los cotiledones del café en el grano maduro, sin darnos cuenta, sin hacer consciente la atadura al mismo ombligo.

Yo me ocupaba de fabricar vagones y locomotoras, con latas de sardinas recogidas de la basura y un poco de fantasía, carros tirados por caballos de palo y en mirar tomeguines que revoloteaban en los sembrados de yuca. ¡Que maravillosas ocupaciones teníamos los niños!

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“Luces de una estrella en Puebla“ by José Luis E C on Unsplash

Un día nos miramos de repente: ¿Tú quién eres? pregunté.

Y para mi sorpresa, no respondiste. No dijiste ni una sola palabra, ni me diste una pista, pero desde ese momento tuve la sospecha que, aunque casi nunca dabas la cara, estabas cerca.

Volví a saber de ti, aquel día aciago que me asomé al ataúd donde pusieron a mi abuela, buscando desesperado el resplandor de su ternura, que ya no estaba en sus ojos cerrados ni en las arrugas de su frente.

¿De veras crees que se ha ido? preguntaste sin una pizca de ironía en la voz?

No, no lo creo, respondí y seguí llorando, porque una cosa es la razón y otra los sentimientos.

Y tú pusiste la mano amorosa en mi hombro huérfano, me acompañaste unos días y luego volviste a desaparecer en el vaivén de la rutina.

Y así la noche se puso a fabricar días, los veranos otoños y los inviernos primaveras.

Una madrugada llegó una florecita envuelta en pañales, un quejido diminuto que se parecía al llanto por hambre y volviste con ella a hacerme las preguntas de siempre:

¿De dónde crees que viene, a qué habrá venido, dónde estaba antes de llegar. crees que se irá algún día?

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Photo by Karim MANJRA on Unsplash

Y esta vez, no quise responder, tal vez por incertidumbre o cobardía.

Recuerdo que te esfumaste con unas carcajadas insolentes y a la vez, tanta ternura en la mirada, que se me antojó pariente de aquella que no había vuelto a ver desde que se fue la abuela.

Luego desapareciste un tiempo de mi vida, para que yo pudiera enmascarar un poco la soberbia, la estupidez de creer que era un hombre exitoso, que me valía por mí mismo, sin ayuda de los ángeles y las brujas.

De repente pintaste una tarde el arco iris de un color diferente, me dejaste que me deslizara barranca abajo, en una yagua de palmera sobre la hierba mojada, me diste las riendas de los dinosaurios y volaste cerca de mí hasta donde fuera.

Las hienas y los cuervos me estaban esperando, las espinas y los cardos, las arenas del desierto y las madrugadas solo, no para hacerme daño, sino para que los conociera.

Entonces me puse a dar voces por la ventana, te busqué en los páramos y los bosques, abajo de los bancos del parque, en la sombras misteriosas que arrojan las tardes. Te busqué en los libros y los cines, en el suelo mojado por mis lágrimas.

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Photo by Free-Photos on Pixabay

¿Será posible que haya hecho algo tan deleznable que ni siquiera merezca que hables conmigo?

¿Por qué no te apareces en sueños y me das una pista?

¡Dime lo que sea, declara tu veredicto y pega el martillazo ese que pegan los jueces y me quedaré tranquilo!

Y nada, tú no aparecías.

En un ataque de recentimientos, maldije y blasfemé con tanta fuerza, que me quedé exhausto y sin aliento, me eché un camastro maloliente y me dispuse a esperar el final del sufrimiento, le di dos escobazos a la última esperanza y una patada en el trasero a un cachito de fe, que aún tenía.

Cuando iba a exhalar el último suspiro, me vinieron a la mente tus preguntas: ¿a dónde crees que irás cuando te vayas?

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Photo by geralt on Pixabay

Y, por un instante, por una milagrosa fracción de segundo, se me ocurrió mirar hacia adentro, hacia ese mágico espacio que somos cuando dejamos que el corazón, mire al que se ve reflejado en los ojos de un niño, y allí estabas tan tranquilo como siempre, tan amoroso y risueño, esperando para abrazarme.

Desde entonces, nada nos falta ni sobra en esta tierra, nada nos perturba ni preocupa. Sólo la compasión y el amor nos acompañan, como esos niños encima de las carrozas la víspera de reyes, tirando flores y caramelos a quien los quiera.

Gracias por tu mano tierna, por el aliento que me ha dejado saberlo.

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Dancing in the middle of the storm
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José Miguel Fernández Nápoles

Miembro desde casi 6 años

Cubano, emigrante en España, disfrutando de esta parte de mi vida. Compartir es mi camino.

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Jose Miguel Vale

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Percibo que soy más que cuerpo físico, mental y emocional. No se quien soy, pero SOY MAS, MUCHO MÁS!!

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