¿Qué sorpresa nos traerá el próximo minuto?

José Miguel Fernández Nápoles
4 min de lectura
¿Qué sorpresa nos traerá el próximo minuto? – Jose Miguel Vale – WebMediums
A punto de saborear algo.

Si Dios fuera esa inefable divinidad que nos pinta la iglesia, con barbas blancas y un ojo que todo lo ve, estaría muerto de risa observándonos desde su trono ajeno a lo terrenal.

Porque, realmente somos un espectáculo de locos, una especie de tragicomedia macabra en la que no hay, ni por asomo, un ápice de lo que paradójicamente, nos diferencia del resto de los seres vivos: la capacidad de discernir.

Así vamos por estos mundos, como patos sin cabeza, tratando de averiguarlo todo, excepto lo que realmente somos y nos damos cada porrazo, nos metemos en cada berenjenal que si esto fuera un espectáculo de circo, no se parecería tanto.

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Marionetas

Vamos a ejemplificar y para hacerlo, no se me ocurre nada mejor que tomar mi propia experiencia, que evidentemente, es la que más conozco:

Lo hago por compasión y hay personas que piensan en ella como sinónimo de lástima, que sentirla es desencadenar un sentimiento y punto: ante un limosnero, un enfermo grave, otro que padece, alguien a quien algo le va mal, sin darnos cuenta que es algo más profundo, mucho más:

Compadecerse de alguien es hacer consciente que la inmensa mayoría de las personas viven sumidas en un sufrimiento latente, sutilmente camuflado con las nimiedades del día a día. Ese que sonríe y hace un chiste, quien vive desahogadamente con relación a sus bienes y su dinero, el que trabaja o tiene un negocio, una familia ordinaria, donde aparentemente transcurre su vida en la normalidad, ese, que puede ser cualquiera de nosotros, también sufre y descubrir ese tormento no es difícil para el observador desapegado.

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¿Quién está totalmente solo?

Nací en Cuba, ocho años antes de que triunfara la revolución que devino en socialismo, por tanto tuve una educación totalmente laica y costumbres que no incluyeron ningún acercamiento a la espiritualidad. O sea materialismo puro y duro, y tengo que reconocer que siempre tuve una sospecha, una imperceptible sensación de que mi vida no era un mecanismo con todas las piezas visibles, que había algo oculto, misterioso y mágico en lo que ocurría y en mí mismo.

A veces, ante alguna decisión importante, invocaba a Dios, otras veces le llamaba suerte o Universo. Siempre con más miedo que otra cosa: a que me enfermara, a tener problemas graves en el trabajo, y cuando fui padre de una niña, pedía cosas para ella con mayor frecuencia.

No tengo un instrumento que compare el grado de felicidad y alegría o preocupación y tristeza, pero observaba en mis seres queridos, los más cercanos, los amigos y el resto del mundo, que yo no era de los más desesperados, nunca fui de los más tristes y mucho menos pesimista. Mi vida no fue una fiesta constante, pero tampoco una desgracia comparada con la de otros que observaba, pero, ah contrariedad, fue empeorando con los años.

Un día aciago, tomé una decisión trascendental y puse una cantidad de kilómetros de tres cifras entre el sitio donde había nacido y mi nueva vida. Lo hice cuando pasaba de las cinco décadas de vida y vine a parar a España.

Y ni por un momento, me pasó por la cabeza que serían esas vivencias, que yo juzgaba de "terribles y duras" la parcela más fructífera de toda mi existencia.

El sufrimiento humano proviene de no recordar quienes somos en esencia, de la incapacidad para dejar de identificarnos con nuestra mente. Un elevado porciento de los Seres Humanos viven dormidos creyendo que son aves de paso, que nacieron un día y todo terminará en un tanatorio o algo parecido.

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Miedo a la muerte.
Sentir compasión es brindar de alguna forma, a quien sufre la oportunidad de mirarse en el espejo de tu alma. Alguien desesperado por una riña, por un problema al que no le encuentra solución, por un descalabro, por algo que no le gusta, una preocupación.Sentir compasión es hacer un espacio de silencio el la algarabía del muerto en vida, es prestarle tus ojos para que se mire en ellos, es escucharlo como si estuviera diciendo su despedida de duelos, es Ser Tú un espacio para que el amor de Dios se manifieste. Sentir compasión es barrer la casa de tu hermano antes que ir a juzgarlo, es agradecerle en un mensaje silencioso por ayudarte a cultivar la bondad. La compasión viene de la profundidad de nuestra esencia, de saber con sapiencia que no hay sufrimientos ajenos, que la separación es una aberración porque en la divinidad, SOMOS UNO!

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