Del Apocalipsis al paraíso en un segundo.

José Miguel Fernández Nápoles
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La mañana era fría y amenazaba lluvia y él estaba tirado en la acera como un fardo, un desperdicio que la inconsciencia arroja en las calles de la ciudad y las hace sucias y malolientes a mediodía.

Del Apocalipsis al paraíso en un segundo. – Jose Miguel Vale – WebMediums
Mendigos.

Llevaba colgado en el cuello un pedazo de cartón garabateado que ponía algo: un ruego con faltas de ortografía, una súplica en mayúsculas, como si sonara más alto y alguien pudiera escucharla. Los ojos perdidos en el suelo como si quisiera contar con exactitud las piedrecillas y las grietas, o tal vez como si buscara una explicación revuelta en el asfalto al sufrimiento de su alma.

Yo caminaba por la misma acera esa mañana, acompañado de una banda de música estridente, interpretando la sinfonía de las preocupaciones:

que si está bajando el volumen de compras de mis clientes, que si las regalías del mes pasado fueron las más bajas del semestre, que le pasará a mi mejor amigo, que no hace clic hace una semana en mis escritos, que si los conflictos en Venezuela y Ucrania, los accidentes del tránsito están subiendo, mis hijos casi no me llaman...

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Ombligos del mundo.
Entonces lo vi de pronto y no explotaron diez megatones de lástima sino un rayo de bondad en mi corazón, no me fulminó la pena, sino que me rozó levemente la solidaridad humana, no me aplastó la tristeza ni el desconsuelo sino que supe que era una oportunidad que me daba El Universo para hacer algo.

Puse una moneda en su vasija de cartón y una mano en su hombro y entonces, alzó los ojos como si fueran una tonelada de escombros. Y juro que no fueron las palabras sino el amor con que me salieron, lo que hizo el milagro:

- Está al llegar la primavera, le dije. Y la calle de pronto fue diferente con su sonrisa, y la gente que pasaba miró extrañada, y mi ciudad por un segundo fue más humana, más real, estuve más cerca de esa Fuente que tanto amamos.

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